martes, 26 de junio de 2012

Preso porque violaron sus derechos civiles, un conflicto en la sociedad civil. Caso: Domingo Ifraín Díaz Fuentes


Si en Cuba no se violaran los derechos civiles, este hombre no estuviera cumpliendo 13 años de privación de libertad, con agravantes como: un disparo recibido en una pierna, por un oficial de la Seguridad del Estado; un intento de evasión y numerosas golpizas, que lo han llevado a declararse en huelga de hambre, desde el 11 de mayo del presente, en la prisión Combinado del Este, siendo conducido al Hospital Nacional de Reclusos ubicado en este centro penitenciario.

Ifraín se encontraba en Rusia en el año 2005, y quiso llevar para allá a su esposa (Anahy González Gómez) y a su hijo (Frank) a través de sendas cartas de invitación, pero el niño por ser menor de edad no pudo viajar de la forma que el gobierno ha dado por llamar “temporal”. La mamá decidió salir del país y reunirse con su esposo, pero al cabo de los 20 días regresó, pues extrañaba al niño.

Sin embargo, el deseo de Ifraín de juntarse con su familia no cejó, y en el año 2007, a los tres meses de encontrarse en los Estados Unidos de América, decidió sacarlos de la isla en una moto acuática. También quería llevarse a un amigo, Rubén Concepción Gallardo, que considera su hermano de crianza, pero resultó demasiado pesado para la travesía en tan pequeña nave marítima. Como tuvo éxito en su primer empeño, decidió volver a los pocos días, para rescatar a Rubén.

En la primera ocasión estuvieron vinculados a la posibilidad de salir del país, dos soldados del Servicio Militar Activo, los que aceptaron recibir 70 dólares, que repartieron entre sí, además de haber robado algunas pertenencias de Ifraín de la moto acuática. Es de destacar que de este hecho no se supo nada hasta la segunda vez que trató Ifraín de entrar a la isla, en la cual no tuvo ningún vínculo con los soldados mencionados anteriormente.

La Playa del Chivo fue por donde penetró la primera vez y la segunda por la Playa de Baracoa. Cuando repite su viaje, que no tuvo éxito, fue capturada la moto acuática, conducida al Puesto Fronterizo y se la entregaron (por casualidad) a uno de los soldados involucrados en la primera entrada, el que se apropió de un par de chancletas de esponja con un precio de 1.90 (un dólar noventa centavos).

Este hecho de sustracción, fue el único vínculo con el caso y no tiene ninguna relación con Ifraín, ya que no resultó ser víctima o participante, pues lo robado había sido incautado por la policía. Sin embargo ambas entradas fueron juzgadas por un Tribunal Militar, lo que no es consecuente con el párrafo primero del Artículo 5, Capítulo I, Título II de la Ley de Procedimiento Penal, que dice: “Corresponde a los Tribunales Militares el conocimiento de los procesos penales por la comisión de todo hecho punible en que resulte acusado un militar, aun cuando alguno de los participantes o la víctima sean civiles.”

No dejaron que la familia de Ifraín participara en el juicio, que fue calificado, según plantea el propio reo como “ejemplarizante”; se llevó a cabo en el local sito en las calles 5ta y 214, en el Teatro del Destacamento Habana de la Dirección de Tropas Guardafronteras del Ministerio del Interior y lo juzgaron dos veces por tráfico de personas.

Como Ifraín había estado viviendo en el exterior algunos años, no se le permitió tener acceso a un abogado de Bufete Colectivo, por lo que tenía que abonar entre 1200 y 2000 cuc en el Bufete Internacional para tener derecho a ser defendido por designación. Al no poder acceder a tanto dinero, fue defendido por un letrado de oficio.

No aparece en la Sentencia No.72/07 del Tribunal Militar Territorial Occidental, alguna referencia al tiro que le propinaron en la pierna cuando lo detuvieron en la provincia de Matanzas a los 45 días –aproximadamente- de su segundo intento de entrada al país. Ifraín se encontraba en short, sin zapatos y sin camisa, lo que permitía ver claramente que estaba desarmado; no obstante uno de los militares que participó en el operativo de su captura, dirigido por un oficial que se hace llamar Frank a cargo del Departamento Operativo de la Seguridad del Estado, le disparó a menos de un metro de distancia, atravesándole la bala una pierna a la altura de la rodilla, que ha dejado secuelas en él para caminar. Sí, hace mención la Sentencia a que obra en el expediente un Certificado Médico del acusado, sin poderse conocer si se refiere a herida de bala o a los traumas que le causó la golpiza a la que fue sometido en el momento de su captura.

De lo antes expuesto se desprende que nadie resultó ni siquiera amonestado por las lesiones que le causaron los miembros del escuadrón que tuvieron a su cargo la captura de Ifraín, cuando se dio a la fuga en su segundo intento de entrada al país.

Después de numerosas gestiones realizadas por su familia, el 17 de abril de 2008, diez meses posteriores a su detención, Ifraín fue operado de varias hernias discales que ya lo tenían imposibilitado de mover los pies, pero esta no es la única intervención quirúrgica a la que ha sido sometido, también en setiembre de 2009, padece de fuertes dolores estomacales y vómitos y es operado de vesícula, en esa ocasión toma la decisión de evadirse del hospital saltando de un primer piso, siendo capturado en el intento.

Plantea Ifraín que le dieron golpes con la tonfa (bastón de reglamento), lo arrastraron esposado, cuando lo conducían al transporte de presos, lo volvieron a aporrear en la entrada del Combinado del Este y en la entrada de la perta No.2. Cuenta que en ese momento les pidió a sus carceleros que lo mataran antes de regresar al “monstruo o infierno” que es la prisión, donde lo estaban matando lentamente por falta de alimentación, malas condiciones de vida y falta de atención médica. El mayor Roely fue el que impidió que siguieran dándole azotes al llegar al HNR (Hospital Nacional de Reclusos). Aún cuando le estaban haciendo radiografías (el Dr. Maella), sus captores le pegaron por el ojo derecho y le tiraron la cabeza contra la pared de azulejos del cuerpo de guarida.

Después de todos estos atropellos lo mantienen incomunicado por espacio de 3 meses, solo le permiten hablar con su familia por teléfono una vez al mes por 10 minutos. Era imposible consentir una visita que le mostrara a la familia las golpizas que había recibido.

Entre otras cosas Ifraín se queja del chantaje que utilizaron con su hermana durante el tiempo que él estuvo en fuga en la segunda incursión, ya que ella pasó 60 días detenida por la policía política, sometiéndola a interrogatorios y contándole mentiras que después se desvanecieron en el proceso del juicio oral.

La familia solicitó una inspección judicial y el Tribunal Supremo Popular, en la persona de el presidente de la Sala de lo Militar, coronel Juan Marino Fuentes Calzado, desestimó está pretensión, en el año 2009, y planteó que la sanción de 13 años de privación de libertad tenía tendencia al mínimo, calificando de elevada la peligrosidad social de lo acontecido.

Igualmente fue juzgado nuevamente por el intento de evasión de presos, el 26 de mayo de 2011, imponiéndole una sanción conjunta de 9 años de privación de libertad.

En estos momentos no le han permitido la entrada al país a su hijo menor, que él reclama le den permiso y le explicaron a su hermana Aymara, que solo en caso de muerte es que el niño podrá obtener una visa humanitaria.

He aquí la historia de un hombre de apenas 44 años de edad, de su familia y de su pequeño hijo; que pasa por momentos difíciles en un infierno que le hace competencia al de Dante, para que pueda mantenerse en el poder un régimen que impone el terror.



La Habana, 30 de junio de 2011.