martes, 26 de junio de 2012

Conflictos en la sociedad civil. Caso: Javier Aguiar Rodríguez



El que tenga dudas de que el gobierno cubano todo lo convierte en un problema político, solo tiene que leer este conflicto, para que sepa como es capaz de disponer del cadáver de una persona para que no se divulgue la noticia de un asesinato por robo; que es lo mismo que decir que aquí suceden hechos delictivos, lo que contradice el paraíso social que quieren hacer de la isla. Un funeral de este joven -en su lugar de residencia el municipio de Guanabacoa- hubiera traído como consecuencias comentarios y aglomeraciones de personas interesadas en tan horrendo crimen.

Javier Aguiar Rodríguez salió de casa de su mamá el 24 de mayo entre las 11 y las 11 y media de la noche. Ella se llama Ivis María Rodríguez González y vive en Cruz Verde No.11 entre Corral Falso y Máximo Gómez, municipio de Guanabacoa. Le dijo que iba a botear, pero primero pasaría por casa de una novia, nombrada Yurisleidi y conocida por Yuri, en la calle San Juan de Dios No.159 entre Villegas y Aguacate, Habana Vieja. Ella confirmó haberlo visto -por última vez- ese día alrededor de las 12 de la noche.

Él, oficialmente estaba casado con Yainé Pintado Aldaga y tienen una niña de 6 años de edad nombrada Lianet Aguiar Pintado; su dirección de residencia era en la calle Aranguren No.20 ap. 4 entre Corrales y Corral Falso, Guanabacoa.

En el momento en que desapareció vestía un pullover amarillo y calzaba unas chancletas de hombre, también tenía un móvil del tío, que él usaba con el número 52456033, no apareció.

La ley establece, que para dar a una persona por desaparecida tienen que transcurrir 72 horas, no obstante Ivis acudió el día 27 de mayo, alrededor de la 1 pm, a la Unidad 14 de la Policía Nacional Revolucionaria, sita en Candelaria entre Bertemate y Santo Domingo, Guanabacoa; allí la atendió el carpeta y el Oficial de Guardia Superior. Le aceptan la denuncia y alrededor de las 4 pm le informan que está muerto, que tenía que esperar por criminalística que la llevaría a reconocer el cadáver a Medicina Legal. Esto resultó ser una mentira y con escrito probatorio se podrá conocer que mientras ella estaba en la Unidad Policial, inhumaban el cadáver en el Cementerio de Colón, sin su autorización, sin haberlo visto ni reconocido.

Existe un documento de Notificación de la División de Investigación Criminal y Operaciones, sita en Cien y Aldabó, municipio Boyeros, firmado por el sub tte. Maykel González Márquez, Instructor Penal, Sección V., DIVICO, redactado de forma engorrosa y con fecha 28 de mayo de 2011, que dice que Javier fue inhumado en el Cementerio de Colón, cuadro NE-F, fila C, panteón 5, bóveda 4, posición 2, de abajo hacia arriba, con fecha 27 de mayo 2011. Según le confirmaron en el propio cementerio, ese día no lo pudieron enterrar, lo dejaron en una camilla en una caseta, pues a la hora que trajeron el cadáver ya no había sepultureros.

Hay que destacar que el documento Notificación que le entregaron no tiene cuño oficial, también hace constar una dirección equivocada de Javier; además de mostrar un total desconocimiento de la nueva división política administrativa que tiene el país, al señalar que el municipio Boyeros está en Ciudad de La Habana.

De lo anterior se concluye que mientras Ivis María se encontraba en la Unidad 14 de la PNR, siendo notificada de la muerte de su hijo, lo estaban trasladando para el Cementerio de Colón. ¿Qué impedía que en ese momento le entregaran el cadáver a la madre?

A partir de esa comunicación, los días siguientes, Ivis no descansó moviéndose por diferentes instancias gubernamentales. El propio día 27 en horas de la noche fue a 100 y Aldabó, donde se encuentra la Dirección de Investigación Criminal y Operaciones y en la computadora del Oficial de Guardia, pudo ver la foto de su hijo, la misma que tenía en el carné de identidad.

Sin ningún resultado, salió de allí y al día siguiente se dirigió al Consejo de Estado, fue atendida junto a toda su familia por un oficial que dijo ser de la CI (Contrainteligencia). A pesar de que eran 7 personas, los condujeron en auto hacia el Edificio Nacional de la Policía en Tulipán y Boyeros, municipio Plaza, no sin antes recogerles los canés de identidad.

Estuvieron por más de una hora, sentados debajo de una mata, en espera de que llegaran los oficiales de la 14 Unidad de la Policía de Guanabacoa. Allí se repite lo mismo, iguales preguntas, iguales mentiras, pero no consigue que le muestren el cadáver de su hijo.

Finalmente, en otra visita a 100 y Aldabó en una oficina, después de mucha insistencia de su parte, le muestran las fotos de Javier, sacadas de una impresora en hojas de papel (dos fotos en cada hoja). La primera era de la cintura para abajo, tenía el pie derecho doblado y ella reconoce una cabeza de tigre que su hijo tenía tatuada en el muslo derecho. Según pudo apreciar tenía golpes en los pies y las piernas y estaba muy hinchado.

Después le enseñaron la parte de arriba, con la cabeza sobrepuesta, pues lo decapitaron con un cordel y dos palos que servían de torniquete para darle vueltas. Tenía un ojo cerrado y el otro botado para afuera, según ella relata como un huevo. La lengua gruesa fuera de la boca y en la piel incrustados pedazos del pullover amarillo que llevaba puesto. Según le informaron después de muerte lo habían quemado. Estaba con los brazos abiertos.

Pudo también ver otra foto, donde la cabeza permanecía separada del cuerpo. Indiscutiblemente tuvo un gran valor esta madre para guardar el último recuerdo de su hijo.

Allí le informaron que lo habían encontrado en un lugar conocido como “El Hueco”, cerca del Parque Lenin. Anteriormente le habían avisado que lo hallaron por la presa Juventud Rebelde y por su parte la tía paterna (el padre de Javier murió en un accidente) que está integrada a la Revolución, hizo investigaciones y le dijeron que lo habían encontrado por la Carretera de la Chorrera, cerca de Expocuba. En síntesis nunca la llevaron al lugar y no tiene constancia oficial escrita de dónde lo localizaron; así como, tampoco le han entregado un Certificado de Defunción.

Ese día abrieron el Cementerio de Colón para ella, después de las 5 de la tarde y la llevaron a una tumba que tenía escrita la palabra “Primitiva” en letras rojas y le informaron que había otros cadáveres sobre la caja de su hijo, que era una fosa común. Ella pudo apreciar que tenía puestas algunas coronas. En ese momento le dieron el documento de Notificación del Ministerio del Interior.

El lunes 30 de mayo volvió al Consejo de Estado a pedir que le exhumaran el cadáver y podérselo llevar para Guanabacoa. Allí la atendió la teniente coronel Gilma y otro oficial de igual graduación nombrado Carlos, y le dijeron que no podía ser, que eso llevaba sus trámites y que no podía estar allí, por lo que la envían nuevamente a 100 y Aldabó a buscar respuestas satisfactorias. En definitiva la estaban tratando con el cuento de la Buena Pipa.

Para informarle que el auto había aparecido, la reunieron con unos diez oficiales de alta graduación y le comunicaron que lo otro que ella quería (el cadáver de su hijo enterrado sin su consentimiento), llevaba un proceso, pues hasta los dos años no se podía abrir la tumba.

Retornó al Consejo de Estado y les informó que no se movería de allí hasta que apareciera el cadáver de su hijo. Un Coronel la amenazó con “meterla presa”; pero apareció la coronel Walkiria, jefa de Atención a la Ciudadanía y le prometió que ella iba a resolver el caso que habían muchas violaciones y le pidió que tuviera confianza que en el transcurso de la semana resolvería la autorización para sacarlo.

Pasados el martes 31 de mayo y el miércoles 1ro de junio y sin tener ninguna respuesta; decide el jueves llamar por teléfono al Consejo de Estado y le colgaron. Se dirigió entonces a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, en busca de alguien que estuviera vinculado con los Derechos Humanos, pero por error fue al Departamento de Refugiados, ya que no tenía ningún conocimiento de cómo funcionaba esto. Allí uno de los guardias que cuidan la envió a un garaje, donde la contactó un capitán que se dijo llamar Pedro Luis y la mandó nuevamente al Consejo de Estado a ver a Walkiria.

Vuelven las mismas promesas, ahora dilatadas hasta el lunes 6 de junio y con la condición de que si no cumplía lo prometido la podía matar (dijo Walkiria), pues ella iría a su casa a llevarle la autorización para desenterrarlo. Sin embargo, quien se personó en su hogar fue el teniente coronel Carlos y le explicó que Walkiria estaba enferma en cama y no había podido asistir, pero que el jueves 9 ellos volverían ya con la solución.

Llegado este último plazo el tte.crnel. Carlos fue a su casa y le dijo que estuviera lista en el Cementero de Colón el viernes 10 a las 4 pm, que también habían autorizado comprara unas coronas de flores después de las 12 del día. (Quien no conozca la situación del país, no sabe que las coronas de flores están racionadas y que en muchos lugares del interior, son incluso de papel, ya que en los campos de Cuba no se dan ni las flores).

En este punto hay que destacar que el nivel de control del gobierno es tal, que restringieron el número de personas a participar en el entierro. A la Necrópolis de Colón sólo podrían asistir Ivis, el esposo y el hermano; y al Cementerio de Guanabacoa -lugar hacia donde trasladarían los restos- se autorizaban 4 o 5 familiares.

Cuenta Ivis que llegó a la tumba marcada sobre las 3 de la tarde, que estaba lloviendo y se guareció en un lugar techado, al que fue a conversar con ellos un SEPSA (Servicio de vigilancia) que les dijo que el vienes 27 de mayo cuando fueron a enterrar a Javier, se habían ido los sepultureros y que dejaron allí el cadáver hasta el sábado 28, en una camilla, que el muchacho tenía la barriga abierta y todos los “mondongos” afuera y que la cabeza estaba por un lado y el cuerpo por el otro, le aconsejó que no lo exhumara, que le iba a dar mala impresión verlo. También le explicó que el sábado que lo enterraron había ido medicina legal y le sacó o le inyectó un líquido, él no sabía bien.

En el momento de extraer el cadáver, era el tercero de arriba hacia abajo y las cajas no estaban bien tapadas, por eso al sacarlas primero tenían que extraer la tapa. La de su hijo en solo 15 días de enterrado no tenía ninguna pestilencia, ni gusanos. Se suponía debía tener líquido, pero tampoco así. Lo que había dentro era un parte de cráneo (la de adelante) y las mandíbulas separadas, sin un pedazo de carne.

Sólo de huesos, había el brazo y las piernas; y lo que recogió fueron unos huesitos sin carne. No tenía ninguno de los pedacitos de ropa que se vieron en las fotos y además había 3 costillas separadas.

La dentadura estaba apartada de la cabeza y le faltaba un diente. Según Ivis, ese poquito se echó en otra caja. Había un picadillo en el fondo que era como la sangre y también se recogió y fue lo que ella enterró en Guanabacoa.

Ivis asegura que esa no era la cabeza de su hijo, porque el nació con fórceps y tenía una visible deformación.

Cuando llegaron al Cementerio de Guanabacoa, ya estaba cerrado, pero lleno de policías, habían movilizado militantes del Partido Comunista y otros simpatizantes, diciéndole a las personas que era un disiente de Holguín al que iban a exhumar, en alusión a Orlando Zapata Tamayo, otra mentira más.

De todo lo antes expuesto se concluye que esta madre dice que como cristiana ella enterró aquello que le dieron que era parte de una persona y oró por él, pero que ella sabe que ese no era su hijo. Aunque no está conforme, plantea que para qué va a pedir un análisis de ADN, si el gobierno lo controla todo y va a decir que es él mismo.

Ivis María Rodríguez González está demandando:

1.- Enterrar a su hijo, porque lo que sepultó no es su hijo.

2.- Sancionar a quien mandó a enterrarlo sin su autorización y a todos aquellos que cometieron negligencias al respecto.

3.- Sancionar severamente a los que lo asesinaron, porque el ensañamiento fue brutal y él debió sufrir mucho.



La Habana, 23 de junio de 2011.

Este es el occiso Javier Aguiar Rodríguez



Documento de notificación del entierro, emitido por 100 y Aldabó





A continuación la carta que se enviara reclamando la corrección del documento.

Miladys Carnel González, miembro del Grupo de Análisis, acudió a la División de Investigación Criminal y Operaciones, el lunes 20 en horas de la mañana a entregar la carta que se anexa y fue detenida por espacio de 6 horas en el lugar.