Una mujer que tanto luchó por la libertad de los presos políticos, que sufrió represión y que lideró a las Damas de Blanco, merece un sepulcro a la altura del respeto y admiración que se le tiene
POR: MARTHA BEATRIZ ROQUE CABELLO
La Habana/ 11-3-2015
Hay temas que resultan escabrosos de tratar, porque pueden ofender a algunas personas, sin ser ese el objetivo. Pero cuando afectan a todos, es necesario saltar por encima de cualquier barrera, inclusive en momentos como este, en que hay situaciones de mucha tensión alrededor del asunto.
Es por eso que para mí es importante dejar claro que no pretendo inclinar la balanza para ningún lugar, simplemente dar a conocer una realidad de la que supe y me consternó durante el tiempo que duró ratificarla. Una vez confirmada, me hizo sentir mucho dolor. Estoy segura de que le dolerá a muchos igualmente.
Un amigo extranjero, que al parecer hizo un recorrido por a lo largo del país, me dijo que había estado en Manzanillo, provincia de Granma, en la tumba de Laura Pollán. Él confesó sentirse desolado, porque la había conocido y tenía un criterio magnífico de esta valiente mujer; me dijo que no podía creer que ni siquiera una lápida con el nombre de ella había en el sepulcro donde fue enterrada.
Explicó -con mucho detalle- que había ido por la Carretera del Cementerio en este pueblo oriental, y que, al llegar, giró hacia la derecha. A la mitad del camposanto estaba el nicho. En varias ocasiones le insistí en que podía estar equivocado y me dijo que no, que estaba seguro, porque además de la fecha pintada, estaban las iniciales L.I.P.T. (Laura Inés Pollán Toledo).
En la primera oportunidad que tuve, contacté a comunicadores comunitarios de la localidad y les pedí que fueran a la tumba; aunque en nuestra conversación ellos me confirmaron que lo sospechado era cierto, y añadieron además que se vieron imposibilitados de asistir al entierro de sus cenizas, recordando inclusive que fue un día de lluvia.
Hasta que tuve en mis manos las fotos del panteón, no creí lo que me estaban contando. Y es que esta mujer que tanto contribuyó a la libertad de los presos del Grupo de los 75, liderando el movimiento de las Damas de Blanco; que supo poner en alto -en las calles de La Habana- el nombre de la oposición interna y que además fue objeto de innumerables golpizas por parte de las Brigadas de Respuesta Rápida, dirigidas por la policía política; merece todo nuestro respeto y admiración.
Laura brindó su casa para la sede de las Damas de Blanco, recibió incontables mítines de repudio y supo alentar a las mujeres para que siguieran el camino de lucha de sus esposos y otros familiares presos durante la Primavera Negra. A su alrededor y de otras figuras que también se destacaron, se aglomeraron las llamadas Damas de Apoyo, todas tomaron en sus manos un gladiolo como emblema, para demostrar, no solo al pueblo cubano, sino al mundo entero que luchaban con amor y paz.
Ella es un símbolo de la democracia a la que tantos aspiramos y es necesario que reparemos este error en la historia.
Fuente: Cubanet.org