Por: Damarys Moya Portieles
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Los disidentes tenemos numerosas situaciones personales, que hacen difícil nuestro día a día, pero cuando estos problemas alcanzan a la familia, se pone más de manifiesto las ideas fascistas del régimen para reprimir a los que no lo siguen.
Este es el caso que sucedió con mi hija Lázara Jorgelis Contreras Moya, de 8 años de edad, estudiante de 3er grado, en la escuela primaria Pepito Tey, sita en Callejón del Salado y Central, en el municipio cabecera de la provincia de Villa Clara.
El pasado 5 de marzo, cuando fui a buscarla al colegio la hallé llorando amargamente, y no me quería explicar la causa por la cual estaba en esa situación. Traté de encontrar a la maestra de la niña o a la Directora de la escuela, sin obtener resultados satisfactorios.
Después de mucho insistir, ya en la casa, la niña me cuenta que su profesora –nombrada Yarisley- les indicó a los educandos que en la computadora debían hacer una carta dirigida a los 5 espías, acompañada de una foto de quien la redactaba; pero ella le dijo que no lo haría, porque su mamá era de los Derechos Humanos.
Hay que aclarar en este punto, que dada la forma que la policía política hostiga a los opositores, las veces que mi hija ha visto que me han arrestado y golpeado, los registros a mi casa, las pinturas negras en las paredes, ella ha sido montada en autos patrullas, e incluso en una ocasión tuve que sufrir la amenaza de un oficial de la Seguridad del Estado de violarla; conoce perfectamente cuál es mi forma de pensar.
Ante la respuesta que le dio Lazarita a la maestra, que hay que decir que es una mujer de 28 años de edad con poca experiencia docente, la educadora consideró que era una buena práctica política pararla delante del colectivo de su aula y abochornarla. Además le informó que le suprimiría ciertas tareas, como no permitirle participar en las clases de computación, pues esos equipos eran para los hijos de los revolucionarios.
A partir de ese momento la niña no ha dejado de sollozar por los rincones, y no hay palabras de consuelo para ella; por lo que decidí que al día siguiente –viernes 6- no la enviaría a la escuela, por la discriminación política que la afecta sicológicamente.
Con posterioridad, el lunes 9 de marzo, estuvieron en mi casa la maestra de mi hija y la secretaria de la escuela, con motivos de excusarse y decirle que se incorporara al colegio a partir del día siguiente, pero la niña anegada en llanto no quiere oír hablar de ello y se niega. Le explicaron que esta docente iría para otra aula y tendrá una nueva maestra; pero en medio de su estado de desconsuelo, expresa una y otra vez, que ni así va a ir más.
Como puede apreciarse de esta situación familiar en la que está involucrada una menor, que ha sido humillada ante los otros educandos, la vida de un disidente está llena de caminos oscuros, porque además si la niña no asiste más al colegio, puedo ser acusada por la Dirección de Menores del Ministerio del Interior y se pueden dictar severas medidas contra mi persona, incluyendo la separación de mi hija.
El régimen –que todo lo politiza- quiere obligar hasta a los niños a que se dobleguen ante la supuesta “ideología revolucionaria”, y la educación se convierte en una forma de adoctrinamiento.
Santa Clara, 10 de marzo de 2015.