Por Misael Aguilar Hernández
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Una de las mayores problemáticas que tiene el cubano promedio, día a día, es qué lleva a la mesa para comer, sobre todo cuando se trata de pensar en alguna proteína animal.
De forma general la gente se ha acostumbrado -como una acción negativa y continua- a que muchos de los productos que consumen estén adulterados, es casi una tradición “revolucionaria”, pues son -sobre todo- las mercancías que promueven y venden los comercios estatales las que presentan estos fraudes.
Un ejemplo de ello es lo que sucede con el picadillo de pavo que se vende en las tiendas recaudadoras de divisa, al precio de 1 cuc (peso cubano convertible) o 25 cup que es su equivalente en moneda nacional. Este picadillo, fabricado en Cuba, está envasado en tubos de nylon y acompañado de una propaganda en su exterior que afirma: “Picadillo de pavo especial”.
Su sabor es un tanto agrio, y muchas personas comentan que es de todo menos de pavo. Es uno de los productos que más demora en venderse por su mala calidad, los consumidores lo adquieren cuando no les queda otra opción, porque no aparece otra cosa; sobre todo los “perritos calientes” que se han convertido en algo muy socorrido en las mesas cubanas.
Este picadillo de pavo en su composición tiene una cantidad excesiva de soya y sal, que al parecer es lo que influye en que sea a veces amargo; y se ha hecho popular en la población por su mala calidad.
En San Antonio de los Baños, provincia de Artemisa, hay un dicho popular entre los lugareños, que plantea: “Pavo parece, soya es”. Sobre este particular, en una TRD (Tienda de Recaudación de Divisas), expresó un anciano, que dijo llamarse Alberto: ¿Y quién demanda al gobierno por mentirle a los consumidores?.
Lo cierto es que tiene mucha soya y poco pavo y no obstante las empresas de alimentos estatales, lo siguen promoviendo, y lo venden a un precio que equivale al salario promedio de 1 y medio día de un trabajador cubano.
En la mayoría de los países, entre las excepciones el nuestro, el consumidor tiene derecho a que se le respete y si se le vende algo diferente a lo anunciado puede demandar al productor. De forma desafortunada aquí el Estado es dueño y señor de todo y no entiende de reclamos ni de indemnizaciones. Los consumidores cubanos se encuentran indefensos ante este tipo de arbitrariedades.
Artemisa, 24 de marzo de 2015.