Por: Marta Domínguez Calero
Este artefacto –que seguro el que lo inventó no comía moringa ni picadillo de soya- se podría mostrar en un museo del desarrollo del transporte. Lo más triste de esta jovial noticia, es que se hace preciso que sigan inventando otros equipos de transporte y adquiriendo más conocimiento para el bien de todos, porque como se vislumbra el futuro, los cubanos necesitaremos algo para podernos trasladar de un lugar a otro, de forma colectiva, ya que los ómnibus se acaban.
Artemisa, 24 de octubre de 2013.