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Son altos los presupuestos asignados para la realización de obras estatales y en muchos casos, una vez terminada la inversión, tiene que ser reconstruida al pasar cierto tiempo, por la mala calidad de ejecución de los trabajos o que no han utilizado los materiales necesarios, creándose un círculo vicioso del que nunca se sale.
Un ejemplo de ello es la funeraria de Manzanillo -en la provincia Granma- que está situada en la calle Martí. En varias ocasiones ha sido remodelada y ahora la poblacion manzanillera se quedó asombrada, pues según los constructores que allí trabajaron, se invirtieron 25 000 pesos convertibles (cuc), en una brigada constructora privada, que colocó cristalería nueva, dejando algunos cristales viejos y apareciendo algún tiempo después cristales rotos.
Se trabajó en marcos y puertas de madera pulimentadas, que poco a poco han ido perdiendo el pulimento, las puertas interiores no tienen llavín y en la capilla número cinco, ya de tres aires acondicionados hay uno solo funcionando, pues los otros se rompieron; al no poder sustituirlos tapiaron el lugar donde estaban situados.
El falso techo lo cambiaron, pero al persistir las filtraciones -dado que no estaban bien colocadas las planchas de zinc- ha provocado que en el salón principal ya haya cartones manchados.
Se remodeló un local para guardar los sarcófagos, los cuales son de terminación muy rustica; así como donde se realizan las coronas con muy poca variedad de flores, prima el girasol, y la estética con que se preparan es muy mala. Las paredes exteriores comienzan a perder la pintura y las filtraciones de agua de los aires acondicionados han manchado las zonas pintadas.
Frente a esta funeraria en la misma calle Martí, en un lugar céntrico de la ciudad se yergue un edificio de tres plantas, con una preciosa arquitectura que se desprende por pedazos y en un futuro no lejano, podría traer consecuencias fatales para los transeúntes y para las personas que participan en los velatorios. Cuando comenzó la reparación de la funeraria, lo cercaron con planchas de zinc que obligan a las personas a circular por las calles con el riesgo de ser atropelladas por bicicletas y automóviles, Lo curioso es que allí -hasta el momento- no se ha generado obra constructiva alguna.
Por otra parte, en la necrópolis de la localidad manzanillera hay mucha yerba, bultos de escombros, así como en algunos rincones restos de cristales rotos. Se producen innumerables robos, de cosas como argollas de bronce de bóvedas y panteones; pero lo más triste es que dado al derrumbe del crematorio, los restos de los fallecidos que no son reclamados por sus familiares, son incinerados al aire libre contaminando el medio ambiente. En este cementerio se observa una imagen dantesca, pues las cajas fúnebres; así como los restos de las ropas de los fallecidos, permanecen dispersas por los alrededores. No hay respeto para los que allí descansan en paz.
Manzanillo, 21 de noviembre de 2017