El cierre de la válvula de escape no ha cumplido su propósito
Miércoles, noviembre 22, 2017 | Martha Beatriz Roque Cabello
LA HABANA, Cuba.- El pasado 16 de junio en el Teatro Artime de Miami, las palabras del presidente Trump crearon gran expectativa en una parte del exilio cubano que estuvo todo el tiempo en contra de la posición de acercamiento al régimen dictatorial de Raúl Castro, que emprendió el expresidente Barack Obama. Pero al parecer las cosas no han funcionado como se esperaba y hay que recordar una frase popular que reza: “Donde dije digo, digo Diego”.
No coinciden las medidas tomadas por los Departamentos de Estado, el Tesoro y Comercio con lo que expresó el presidente Trump en la directiva que firmó —en esa ocasión— después de su discurso; del que se entendió que no era solo un problema de limitar los viajes de ciudadanos americanos a Cuba y los negocios con algunas entidades nacionales, pero que abarcaba todo lo que en la anterior administración se había autorizado.
La lista negra en que se encuentran 179 organismos estatales cubanos con los que las entidades americanas no podrán realizar transacciones financieras directas es algo que mueve a risa. Si la idea fue controlar que no existieran vínculos con el sector de defensa y la seguridad nacional, con este simple listado no se resuelve algo, porque en Cuba todo consigue subordinarse a las Fuerzas Armadas o al Ministerio del Interior.
Aunque la lista se puede revisar y actualizar de manera periódica, hay aspectos tan nimios como tener incluidos los refrescos Tropicola y Cachito. Pero lo más significativo en todo ello es que permite preguntarse: ¿Cómo van a controlar estas restricciones las tres agencias?, y ¿qué resultados políticos podrán tener en el corto plazo? Además, están exentos los que han hecho negocios antes de la entrada en vigor de las medidas. Ese es un gran túnel por donde pueden caminar muchos financiamientos.
Para los cubanólogos que siguen de cerca lo que pasa en la economía y la sociedad cubanas, la implementación de estas medidas resulta irrelevante. No obstante, hay que recordar que la difícil situación dictatorial debe ser resuelta aquí adentro, por los mismos nacionales, aunque la ayuda internacional siempre resultaría apreciable.
Es muy complejo el escenario que existe en estos momentos en el país. Quizás aquellos que pensaron que la imposibilidad de viajar a Estados Unidos de América, crearía una olla de presión dentro de la sociedad, constaten ahora que se equivocaron. El cierre de la válvula de escape ha favorecido al régimen, porque las personas que aspiraban a huir de la miseria económica y social en la que vivimos tienen que reorganizar sus vidas y, si no pueden comenzar alguna actividad particular, tendrán que plegarse a los designios gubernamentales, entrando en el juego de “tú haces como que me pagas y yo hago como que trabajo”.
Hasta los que se incorporaban al movimiento opositor no tienen la posibilidad de poder acudir al refugio como perseguidos políticos, lo que ha mermado —de manera considerable— los ingresos en las organizaciones disidentes.
La solución del problema cubano no pasa porque las personas sigan saliendo del país. Por el contrario, es aquí dentro donde hay que “corregir la plana”; pero no se le puede cerrar a nadie esa posibilidad, porque genera un efecto contrario.
Si por un momento el presidente Trump hubiera dictado una orden presidencial, restableciendo la política de “pies secos, pies mojados”, solo por un período de tres meses, so pretexto de ayudar a las personas que quedaron varadas en diferentes países y los que aquí dentro vendieron todo con el fin de emigrar, se quedaría sin funcionarios el régimen. Desde los fiscales hasta los militares e incluso los militantes del Partido Comunista de Cuba, se acogerían de inmediato a esta posibilidad, sin pensarlo dos veces y sin perder el tiempo. Y es que entre los desequilibrios éticos por los que atraviesa la sociedad, está la inmoralidad.
Sin lugar a dudas sería una solución de marcha atrás a lo hecho por Obama en sus últimos momentos y tendría —de inmediato— una gran repercusión política, social y económica. Y no es que esto sea una propuesta de decisión, porque para la comunidad cubana en Miami resultaría un verdadero desastre. Es solo un ejemplo de que, si se quiere ayudar a establecer la democracia en nuestro país, no se puede andar con “paños tibios”: hay que tomar resoluciones fuertes que se hagan sentir en un corto lapso de tiempo.
Los que interpretaron e instrumentaron la decisión del presidente Trump, se quedaron varados en el siglo pasado y puede que estén llenos de buenas intenciones. Pero también lo está el camino del infierno. No es que sea responsabilidad de estas agencias americanas traer el cambio a Cuba; pero si han querido ayudar a ello, solo ha sido un propósito, porque así no lo van a conseguir. El régimen dictatorial cubano ha sobrevivido al embargo, a las crisis económicas —de las cuales no ha hablado nunca— y hasta a la invasión.
No hay dudas que somos nosotros, los cubanos afectados, los que estamos condenados a vivir en la miseria, la corrupción y la falta de liertades, los que tenemos que tomar la iniciativa para alcanzar la democracia.