miércoles, 29 de noviembre de 2017

EL MERCADO DE LOS POBRES

Por: Agustín Figueroa Galindo

Teléfono: 54262837.


Existe un mercado que se ha hecho popular en las calles habaneras que tiene –aunque parezca increíble- sus fuentes de suministros en los contenedores de basura. Como todo negocio se encuentra organizado en departamentos, tales como: recogida, almacenaje, reparación; y venta.

El departamento de recogida se encuentra dividido en dos: buzos y leones; apodos por los que gran parte de la población, identifica a las personas que recogen basura por las calles. La gran mayoría de los buzos son ancianos, buscan dentro de los latones de basura todo tipo de objeto o piezas aprovechables; los leones son los empleados que trabajan directamente en los camiones que recogen la basura en la capital, ambos acopian todo lo que se pueda reparar o reciclar para vender y obtener alguna ganancia.      

También hay algunas personas que compran lo recogido y lo almacenan y con posterioridad, después de pasar el proceso de selección y limpieza, en los casos necesarios los reparan. Una vez terminada esta tarea, trasladan la mercancía para el departamento de venta que está cubierto por personas de la tercera edad que se sientan en los portales, paradas de ómnibus o mercados agropecuarios a exponer al público los artículos reciclados con el objetivó de comercializarlos.

La población ha bautizado estos lugares como mercado de los pobres, allí se puede encontrar: un tornillo, una pila de agua, piezas de lavadoras rusa, gafas, libros, bolígrafo, zapatos, radios, lo que se busca y no se puede hallar en otro sitio.

La mayoría de las personas que se dedican a este negocio son ancianos, es una actividad prohibida, a pesar de las multas impuestas por inspectores y agentes del Orden Público el negocio continúa porque la miseria humana se ha apoderado de algunos sectores de la sociedad cubana.

La venta en la mayoría de los casos se hace al aire libre, aunque los artículos no son nuevos, algunas personas acuden a este mercado a tratar de resolver su situación; en algunos casos porque los salarios que perciben no les alcanzan ni para alimentarse, mucho menos para comprar algo sin uso; otros resuelven alguna reparación casera con piezas viejas que allí encuentran.

Carmen Garrido es una joven de 24 años de edad, ella cuenta que siempre que tiene un tiempo pasa por el mercado de los pobres, porque en alguna ocasión resolvió el problema del calzado para sus hijos. Explica que unas chancletas en las tiendas cuestan 15 cuc y los tenis más baratos 25 cuc y al final cuando el niño los utiliza, no duran 2 meses porque la mercancía que venden en las shoppings llevan mucho tiempo almacenada y se encuentra en mal estado.

Ella quisiera comprarles a sus hijos lo mejor, pero el salario no le alcanza ni para alimentarlos como Dios manda. Los tenis que ha comprado en estos lugares no son nuevos, pero resuelven la situación de sus hijos y le salen baratos, porque ella no puede con los precios abusivos que tienen las tiendas estatales.

Gabriel Santisteban es un anciano que tiene en su casa un taller donde repara: lavadoras, batidoras, planchas, ventiladores, cualquier equipo viejo, la mayoría importados del extinto campo socialista. Visita el llamado mercado de los pobres, porque en estos lugares encuentra piezas para los equipos que él repara, algunas de ellas ya no existen en ninguna ferretería del Estado y tampoco las venden los cuentapropistas.

“Gracias a este mercado muchas personas pueden reparar sus equipos”, asegura Gabriel, porque la población posee equipos electrodomésticos obsoletos y no tiene forma de cambiarlos, porque los de última generación que venden en las tiendas del Estado, no están al alcance del cubano promedio.    

En esta cadena del mercado de los pobres, intervienen algunas personas que, gracias a este negocio ilícito, pueden sobrevivir a la crisis económica que tiene el país.

 

La Habana, 28 de noviembre de 2017