Al régimen esto no le preocupa, porque así la gente está entretenida en hacer negocios ilícitos
Aunque el cliente se supone sea la principal fuente de ingresos de las tiendas, la opinión favorable o desfavorable, su fidelidad por el establecimiento, las quejas o reclamaciones, todo lo que afecta la razón del negocio, no le interesa al vendedor y por ende tampoco a la dirección de la empresa.
Las relación entre el comprador y el vendedor deben estar basadas en las relaciones humanas y en la definición racional del servicio. Pero, de forma desafortunada, en muchas ocasiones usted va a comprar algo y el vendedor no conoce el producto que comercializa y no le puede dar referencia al cliente. Si usted es un cliente dubitativo o meticuloso no obtendrá la atención eficaz que espera, sino la displicencia del vendedor.
En las tiendas no se negocia con el cliente, sino que se le imponen condiciones. No importa el nivel de satisfacción o insatisfacción, de todas formas no existe la competencia, todo es del Estado ineficiente. El desarrollo de la pequeña empresa privada sería sin lugar a dudas una competencia en la que el oficialismo saldría perdiendo.
A pesar de que existe una política de precios, regida a nivel ministerial, el mismo producto en distintas tiendas puede costar diferente, porque no hay quien cuide del consumidor; que nunca tiene en donde reclamar. Incluso, se puede constatar que en una tienda por departamentos, como por ejemplo Carlos III, hay mercancías iguales en diferentes pisos, con precios discordantes.
En estos momentos, aunque el desabastecimiento es general en todas las tiendas del país, hay algo adicional que molesta al consumidor y al trabajador: la falta de aire acondicionado. Algunos establecimientos tienen que cerrar con anticipación a los horarios que los rigen, porque es muy difícil para los dependientes permanecer todo el tiempo con el calor que existe dentro de la tienda.
Pero también hay otros problemas de servicios, producto de la desidia gerencial, como es el hecho de que las cajas para el cobro estén rotas. Algunas tiendas que tienen bastantes clientes por su posición geográfica, como 5ta y 42 en Miramar, cuando despachan, en ciertos departamentos recurren al ya anticuado sistema de extender un vale; lo que alarga la permanencia del cliente frente al mostrador.
Otro aspecto negativo es la visión del comercio que pueda tener el cliente. Algunos establecimientos muy visitados y con fama entre los cubanos utilizan sus espacios de venta como almacenes. Aunque sus vidrieras estén vacías, se hace incómodo caminar entre la mercancía acomodada, donde se supone que haya espacio para que, los que acuden al lugar, transiten.
En Galerías Paseo, a la izquierda de la rampa que sube al primer piso, siempre se encuentran cajas con mercancías, en vez de las acostumbradas vidrieras que se supone anuncien los artículos que allí se venden. Igual sucede en Trasval, La Época, La Puntilla, Carlos III y otras.
Se debe señalar que también hay daños colaterales por el mal uso de las técnicas comerciales. La falta de abastecimiento hace que algunas personas acaparen los productos. Todo el mundo quiere buscarse la vida, resolver el día a día.
En los barrios, los revendedores se ponen de acuerdo con los bodegueros y compran todos los fósforos (algo que ya casi ni se usa en algunos países) que reciben las unidades. Compran a 1 peso la caja; con posterioridad las venden a 2. Igual ocurre con la sal, los tabacos, etc. Mientras mayor sea el precio del producto más ganancia deja.
Si usted quiere comprarle un refresco de 50 centavos CUC (peso convertible) a un niño, tiene que pagarlo más caro a los particulares, porque en las tiendas de divisas conocidas como “shoppings” no se encuentran. Igual pasa por ejemplo con la malta.
Al no existir abastecimiento “al por mayor” los cuentapropistas hacen sus compras en la red minoristas y “acaban” con todo. Después el pueblo, que siempre resulta el afectado, tiene que pagar de más por estos productos en el mercado negro.
Un ejemplo vivido, fue lo sucedido en la tienda situada en las calles 3ra. y 70 en Miramar, que después de muchos días de desabastecimiento en el área de cárnicos, fue suministrada carne de res para la venta. Se formó la consabida cola, pero por una esquina despachaban a los dueños de paladares –sin formar parte de la línea de espera- bolsas llenas de filetes, palomilla, cañada, riñonada, bolas de carne de asar e incluso picadillo, pagadas con rollos de billetes CUC, sin siquiera retractilarlos ni ponerles la etiqueta con el precio.
Cuando le tocó a la quinta persona de la cola, ya se había acabado el filete. Una mujer joven le suplicó al dependiente, pues lo quería para su niño de 3 años enfermo; pero fue inútil, la relación capital-necesidad que se forma entre los dueños de paladares y los dependientes pudo más que la enfermedad del niño. A pesar de que un kilogramo de filete vale unos 15 CUC, de nada le sirvió a la novata madre tener el dinero para adquirirlo.
¿Cuántas personas hay implicadas en esa cadena? Al régimen esto no le preocupa, porque así la gente está entretenida en hacer negocios ilícitos, preocupada porque no los arresten o les pongan una multa y no piensan en política, ni en las necesidades que tienen desde el punto de vista social y mucho menos en sus libertades y derechos humanos.
Enfadar a las personas, ponerlas de mal humor y recelosas, enfrentarlas, en fin, cabrearlas, es algo que se usa como parte de la política comercial del Estado, porque es imposible que existiendo ministerios, empresas y una cantidad de personal burocrático creado para controlar, sea imposible poner fin a algo que está haciendo daño socialmente. La única explicación que existe para los que analizan lo que sucede en Cuba, es que estos pequeños detalles son los que han ayudado durante 56 años a mantener en el poder a un régimen, al que solo le interesa el control y no el bienestar del pueblo.