Por: Bárbara Fernández Barrera
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Los libros son elementos imprescindibles de la imaginación y fuentes inagotables para el aprendizaje y no tiene fin durante toda nuestra vida. Nada los supera, ni la pantalla grande, ni la avanzada tecnología de computación; ni siquiera los modernos soportes digitales a pesar de lo seductores que son por su fácil traslado.
Pero no siempre se le da a un libro el valor que merece; si bien es cierto que no en pocas ocasiones nos quedamos sin encontrar el título deseado cuando asistimos a una biblioteca, con el objeto de obtener un libro que nos interesa leer.
En la biblioteca José María Martínez perteneciente al municipio de Bejucal, en la provincia de Mayabeque, la escasa bibliografía existente salta a la vista de los usuarios con tan solo echarle una mirada a los estantes. Títulos y autores de vital importancia, sobre todo en la sala infantil y juvenil, son imposibles de encontrar. Entre ellos podemos citar la imprescindible poesía de José Martí, Nicolás Guillen, libros como El Principito y la Edad de Oro, y autores tan solicitados como el colombiano Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borge y hasta El Capital de necesaria consulta para estudiantes de algunas carreras universitarias.
No podemos olvidar que en las bibliotecas los niños son un público exigente, y la literatura destinada a ellos combina todo un caudal necesario de conocimientos para la vida.
Las bibliotecas son sitios idóneos para el importante hábito de la lectura, por lo que los intentos para mejorar la calidad de sus servicios no están de más, y eso es precisamente lo que falta. Todo parece indicar que por parte de la dirección municipal de cultura de Bejucal y también de la misma biblioteca, no se hacen las gestiones pertinentes para enriquecer el fondo bibliográfico de esta institución que puedan asídisponer de un mejor servicio que contribuya a ampliar la cultura y los conocimientosde los pobladores.
Parte del mal funcionamiento de esta entidad se debe en buena medida a la falta de interés en el trabajo de las bibliotecarias que allí laboran, la despreocupación de estas trabajadoras en hacer lo posible porque exista ahí un mejor servicio a los clientes y como es natural la no supervisión de los que dirigen la actividad.
Y es que las personas que asisten a una biblioteca van impulsadas por una necesidad, -digamos que espiritual- y requieren de cierta sensibilidad por parte del personal que allí labora, para poder disponer de un ambiente propicio para concentrarse y encontrar bibliografía deseada.
Esto por supuesto no ocurre en la antes mencionada biblioteca que además de la escasez de libros existente, los lectores se encuentran con unas empleadas que lo que menos desean es que alguien acuda al lugar.
Así los intentos por difundir el hábito de la lectura y la inclinación hacia el mismo, en este pueblo con lo que menos puede contar es con la biblioteca municipal, porque en esta institución no existe interés alguno por contribuir con este proposito.Al parecer el personal que allí labora está muy mal seleccionado.
Mayabeque, 23 de enero de 2016.