LA HABANA, Cuba.- El primer día de enero tuve una experiencia que quizás serviría para definir lo que pasará en el resto del año. Apenas me había despertado, a media mañana, sintonicé el canal Telesur, que pasa unos cintillos con noticias que muchos leen para actualizarse. De pronto, la locutora del noticiero –como primera información– dijo: “Los cubanos se han desbordado a las calles de la capital para celebrar el triunfo de la Revolución”. Entonces pensé que aún estaba dormida y que había perdido el concepto abstracto de lo real.
Sin embargo mi organismo no estaba en estado de reposo, sino en vigilia, con una buena respuesta ante los estímulos externos; por lo que decidí salir al balcón de mi apartamento, ubicado en el centro de la ciudad. Al igual que la noche del año viejo, había una gran calma, apenas alguien caminaba por la calle y el tránsito de vehículos automotor tendía a cero.
Entonces rebajé en mi interior el porciento de credibilidad que doy a lo que dice este canal televisivo que tiene accionistas de varios países donde gobierna la izquierda latinoamericana.
La realidad es que tanto la despedida del viejo año como el advenimiento del nuevo, estuvieron rodeados de una gran tristeza por parte del pueblo. Apenas hubo música en algunas casas y el espíritu de fe en lo venidero que rodea la fecha, no se hizo sentir. Se cumplió la tradición por algunas personas –incluyéndome– de tirar agua por los balcones; así como dar la vuelta a la manzana con una maleta, para pedir salir del país; pero también lanzaron muchas botellas, lo que se tornó en un peligro. A pesar de las advertencias oficiales se pudieron oír algunos tiros, aunque el ruido apenas duró unos cinco minutos.
Esta falta de entusiasmo se debe a lo que es de todos bien conocido: la situación económica en la isla es muy difícil. Hay grandes penurias a pesar que se ha anunciado oficialmente que el Producto Interno Bruto (PIB) creció en un 4%, lo que permitiría a cualquiera pensar que casi nadamos en la abundancia; sin embargo, no es así, y habría que añadir los problemas que vive el pueblo, agudizando cualquier estado de crisis desde el punto de vista monetario.
No hay dudas que los hacedores de políticas del régimen están colocados en una posición bien difícil. Producto del encasillamiento –en lo que al sistema económico se refiere– las autoridades tienen enfrente un gran desafío, porque han estado recibiendo de vuelta señales mixtas y contradictorias sobre todo lo que sucede en la sociedad. Y aunque se hace muy difícil decidir las políticas a aplicar, su secuencia y en qué momento tomarlas, en una economía que requiere la liberalización para reproducirse han optado por mantener el mismo lenguaje arcaico de defender la soberanía y construir un socialismo próspero y sostenible que nunca llega.
Quizás lo más relevante que se pudo ver en la última Asamblea Nacional del Poder Popular, fue el pase de antorcha entre Raúl Castro y Marino Murillo, que hace pensar que el momento en que las cosas estén muy oscuras se le cortará la cabeza al Ministro de Economía y Planificación, igual que ha sucedido con otros dirigentes de la dictadura. Para algunos puede haber sido imperceptible, pero el General de Ejército le dijo a su súbdito algo así como que él estaría a su lado e inmediatamente el Ministro en su intervención le respondió –como una aclaración– “yo soy el que voy a estar al lado de usted”.
Algunos pueden darle una lectura de fidelidad a la respuesta. Otros, que han vivido las grandes “sacudidas de mata” que ha hecho la “Revolución” durante estos 57 años, consiguen pensar que “el zar de la economía” se estaba defendiendo de ser responsable de tamaño desastre y que es consciente de que en cualquier momento cae al piso; porque de lo que sí están claros los que reflexionan de una forma u otra, es que la culpa siempre caerá sobre alguien que no sea Raúl Castro.
Si bien es cierto que se ha planificado un 2% de incremento del PIB en el año 2016, también los balances materiales que presentó el Vicepresidente del Consejo de Ministros y titular de Economía y Planificación no admiten el más mínimo fallo porque él mismo lo calificó de una meta muy tensa. Lo que se puede traducir en la posibilidad que se termine el suministro de petróleo venezolano o que no se puedan obtener los créditos necesarios para el financiamiento, ya que la balanza del comercio exterior es negativa, que implica que se importa más de lo que se exporta.
La apreciación del dólar ha traído efectos negativos en las exportaciones cubanas, pero dentro de la Isla no se han dado por enterados de esta variación en el precio de la moneda y mantienen el cambio oficial a 0,87 por peso convertible (CUC), si bien en el mercado negro ha subido de 0,95 a 0,98 e incluso los que quieren abandonar el país lo compran 1 por 1.
Está programado celebrar en el mes de abril el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, pero podría posponerse, porque sería escandaloso no revisar la ejecución de los lineamientos y poco han traído al desarrollo económico y mucho menos a la economía del hogar, por lo que cabría pensar que además de remover de su cargo al “autor intelectual” de estas políticas, podrían darse un tiempo para tener que analizarlas de forma pública.
El inicio del año 2016 no trae aparejado alguna esperanza para el pueblo cubano, ni siquiera un compromiso por parte de la gerontocracia que se empeñó en explicar que se requieren crecimientos más altos y continuos por varios años de los valores creados, para poder descifrar una mejoría. Aunque la consigna oficial sea que el pueblo cubano sabrá vencer cualquier reto, para los ciudadanos de a pie se convierte en el dicho popular: “la vida sigue igual, como dijo Julio Iglesias al salir del hospital”.