Eduardo Palenzuela Martínez
Alberto Palenzuela Martínez
Alberto comiendo encima de su camastro
Una vista del lugar donde viven
La cocina
Todo sirve para tapar los huecos de la pared
Con este techo de guano imposible detener la lluvia y el frío
Vista exterior de la casa
Eduardo deja crecer la maleza, para tapar sus condiciones de vida
En medio del platanal el escusado, a cielo abierto
Casi 4 kilómetros de la carretera de Batabanó
Resulta difícil imaginar que en pleno Siglo XXI, en Cuba viva una persona en peores condiciones que las que vivieron los campesinos en la época de Valeriano Weyler. Introducirse en los campos cubanos con una cámara fotográfica, además de ser un alto riesgo, debido a la fobia que padecen las autoridades ante este inofensivo aparatico, es un viaje en el tiempo, al pasado. El paisaje remonta a una época olvidada, a esa parte de la historia que nadie conoce porque le tocó vivir solo a los negros cimarrones, o a los aborígenes que huyendo del sable español, se escondían en lo más inhóspito de la manigua.
Al señor Eduardo Palenzuela Martínez no le quedó más remedio ante tanta mentira, que acudir a un comunicador comunitario, para denunciar el abuso y el abandono de años, por parte de los Órganos de Gobierno. Este señor de 59 años de edad, vive en condiciones verdaderamente infrahumanas y lo peor de todo es que su caso no es el único; su hermano Alberto Palenzuela Martínez, padece de un retraso mental que lo incapacita para ser una persona independiente, su dolor y desesperación no han despertado la más mínima compasión. Eduardo declara:
“Vivo con mi hermano desde el 2003, pues él antes vivía con una tía nuestra, pero ella murió, desde entonces yo estoy a cargo de su cuidado, nuestra vida es un infierno pues nunca nos han ayudado, para callarme la boca le dieron un televisor, pero ni lo puedo tener aquí porque esto se moja por todas partes cuando llueve. Un día nos van a encontrar aplastados debajo de todo este enredo de palos podridos, pues el guano cuando se moja pesa el doble. Lo que necesitamos es una casita en Batabanó para que mis hijas me ayuden un poco, he tenido que dejar a mi familia para cuidarlo, este lugar está a cuatro kilómetros de la carretera por donde circula el transporte, aquí no entra nada y cuando llueve es un pantano pues el camino no está pavimentado. Yo sufro hasta con los niños de los vecinos del Batey que tienen que ir a la escuela caminando tan lejos diariamente”.
“Todo eso de los trabajadores sociales es una gran mentira, cuando han venido es para llenar papeles y se van para nunca más regresar, lo mismo ha hecho el Poder Popular, el Partido y todos los demás. El delegado del Poder Popular en La Julia: Alcides Cabezas, siempre viene con la promesa de que están gestionando mi caso y me resolverán, pero sé que me engaña, además de ser un mentiroso es un falto de respeto que no considera ni mis años ni mis canas, ya ni me acuerdo la última vez que vinieron por aquí, pero lo mejor es que si ellos no traen soluciones, que no vengan, ya estoy muy viejo para que me engañen”.
“Mi hermano duerme en un camastro y su colchón es de hojas de plátanos, yo tengo una mejor cama que comparto con él, pero se orina y defeca, por lo que la mayor parte del tiempo está en su cama. Yo no sé lo que son los pañales desechables pues nunca los he visto.”
“Aquí vivimos como salvajes, eso me da pena pero no puedo hacer otra cosa. Yo era custodio de un almacén y tuve que dejarlo para cuidar de mi hermano, ahora vendo un poco de ciruelas y mangos que dan las plantas del patio, cuando se acaba la temporada de estas frutas entonces invento otra cosa”. “Otro gran problema es el frio que se cuela por los huecos de las paredes, hay que ver como sufre ese angelito en tiempo de frio, yo lo traigo conmigo para mi cama para calentarnos, pero al orinarse la cosa se complica, no tenemos colchas que nos cubran y la pasamos muy mal”.
“Mientras estén estos gobernantes sé que no habrá mejoría para nosotros, ojala que este trabajo les dé vergüenza ante el mundo y entonces quizás hagan algo por mi hermano, yo no quisiera pedirles nada, ¿pero qué puedo hacer si lo controlan todo y son los dueños de todo?”.
Convencido de que tenía razón el anciano con su última declaración, traté de consolarlo y de hacerle recobrar las esperanzas que hace años había perdido, en ese instante se terminó la energía de las baterías de la cámara y así como la vida de estas personas, quedó inconcluso el video que estaba filmando, sabía que con el material recopilado bastaba para denunciar a los culpables de tan inhumano trato. Un amigo que colaboró en la ejecución de este sucedo, nombrado Raúl Parada y yo emprendimos el viaje de regreso. Ahora cada vez que hablan en la televisión del mal trato que los “capitalistas” daban a los campesinos antes del año 59 del siglo pasado, recuerdo a Eduardo y Alberto Palenzuela Martínez en el 2010 del siglo XXI y de sus palabras cuando me dijo: “Muchacho, en mi familia nunca hubo tanta miseria como la que tenemos ahora, nunca dejes que alguien te engañe: ¡Esta gente han acabado con Cuba!”.
Ciudad de La Habana, 31 de mayo de 2010.
Sucesos narrados por el comunicador comunitario Eriberto Liranza Romero