El empleo de la inadecuada asistencia médica como instrumento de tortura, es un arma utilizada por la dictadura castrista contra sus opositores. Lo ocurrido a la señora, Edilie Moreno Fernández, activista del Movimiento Independiente Opción Alternativa, así lo evidencia.
En el año 2006 esta opositora fue ingresada en el hospital Faustino Pérez, en la provincia de Matanzas. La causa de su internamiento fue la insuficiencia renal crónica, que según dictámenes médicos padece.
Por ser una librepensadora, una nefróloga, especialista en riñones, nombrada Vionahilda, se burló de su fe religiosa y le dijo: ´´acepta que te tocó perder´´. Cualquiera asimilara esa expresión como una falta a la ética médica, y no más, pero no; la frase significaba algo más que eso.
Y es que la señora Moreno fue asistida ese mismo año en el Instituto Nacional de Nefrología en La Habana. Indigna saber que durante una de las visitas que realizó a dicha instalación le informaron, sin mucha más explicación, que su historia clínica había desaparecido. La opositora se mantuvo cinco años auto medicándose. Percibió que detrás de todo eso estaba la mano de la policía política, institución que no la perdonaba, por ser ella una defensora de los derechos humanos, por lo que temía por su vida.
Era lógico que si el Departamento de Seguridad del Estado obstaculizaba las gestiones que la enferma realizaba, junto a sus familiares, para lograr un trasplante de riñón, su salud se deteriorara. Según Edilie, eso lo aplaudía el régimen. El caso del presidente de su organización, Ariel Sigler Amaya, atendido hoy por el hospital Jackson Memorial de Miami, Florida, no se borraba de su mente. Dicho activista padece una paraplejia que no le permite caminar debido a un virus que adquirió de forma sospechosa en alguna prisión de Cuba.
Diciembre 21 del pasado año fue la fecha en que Edilie Moreno comenzó a ser atendida, otra vez, en el hospital Faustino Pérez de Matanzas. Al mismo acudió con la hemoglobina muy baja, hinchazón en diversas partes del cuerpo y desechos líquidos alojados en los pulmones, lo que le dificultaba la respiración.
A pesar de sus temores, opositores, familiares y amigos la convencieron para que no dejara de asistir al hospital. ´´Aunque sé que mi vida corre peligro y siento temor por cualquier acto de venganza de la dictadura, continuaré con las hemodiálisis´´, afirmó, entonces, la activista.
Pero la rabia de la policía política y de sus testaferros no dejó de volcarse contra esta valiente promotora del derecho y de la no violencia. La misma ha tenido que viajar hacia el hospital, en un auto, junto a varios pacientes y familiares, uno de esos pacientes, enfermo con catarro y hepatitis, porque las autoridades de Salud Pública así lo dispusieron.
Una enfermera que le practicó la hemodiálisis o lavado de la sangre, el 15 de enero último, le introdujo las agujas de transfusión sanguínea en un lugar no prescrito por los médicos. Al penetrar en su brazo abundante sangre fuera de la arteria este se le inflamó.
Por ser una librepensadora, una nefróloga, especialista en riñones, nombrada Vionahilda, se burló de su fe religiosa y le dijo: ´´acepta que te tocó perder´´. Cualquiera asimilara esa expresión como una falta a la ética médica, y no más, pero no; la frase significaba algo más que eso.
Y es que la señora Moreno fue asistida ese mismo año en el Instituto Nacional de Nefrología en La Habana. Indigna saber que durante una de las visitas que realizó a dicha instalación le informaron, sin mucha más explicación, que su historia clínica había desaparecido. La opositora se mantuvo cinco años auto medicándose. Percibió que detrás de todo eso estaba la mano de la policía política, institución que no la perdonaba, por ser ella una defensora de los derechos humanos, por lo que temía por su vida.
Era lógico que si el Departamento de Seguridad del Estado obstaculizaba las gestiones que la enferma realizaba, junto a sus familiares, para lograr un trasplante de riñón, su salud se deteriorara. Según Edilie, eso lo aplaudía el régimen. El caso del presidente de su organización, Ariel Sigler Amaya, atendido hoy por el hospital Jackson Memorial de Miami, Florida, no se borraba de su mente. Dicho activista padece una paraplejia que no le permite caminar debido a un virus que adquirió de forma sospechosa en alguna prisión de Cuba.
Diciembre 21 del pasado año fue la fecha en que Edilie Moreno comenzó a ser atendida, otra vez, en el hospital Faustino Pérez de Matanzas. Al mismo acudió con la hemoglobina muy baja, hinchazón en diversas partes del cuerpo y desechos líquidos alojados en los pulmones, lo que le dificultaba la respiración.
A pesar de sus temores, opositores, familiares y amigos la convencieron para que no dejara de asistir al hospital. ´´Aunque sé que mi vida corre peligro y siento temor por cualquier acto de venganza de la dictadura, continuaré con las hemodiálisis´´, afirmó, entonces, la activista.
Pero la rabia de la policía política y de sus testaferros no dejó de volcarse contra esta valiente promotora del derecho y de la no violencia. La misma ha tenido que viajar hacia el hospital, en un auto, junto a varios pacientes y familiares, uno de esos pacientes, enfermo con catarro y hepatitis, porque las autoridades de Salud Pública así lo dispusieron.
Una enfermera que le practicó la hemodiálisis o lavado de la sangre, el 15 de enero último, le introdujo las agujas de transfusión sanguínea en un lugar no prescrito por los médicos. Al penetrar en su brazo abundante sangre fuera de la arteria este se le inflamó.
Ese día, aseguro Edilie, dicha enfermera presionó la fístula o arteria con las agujas, y se retiró a realizar otros quehaceres. Por las fuertes pulsaciones y la presión sanguínea, las agujas perdieron contacto con la arteria, y como la enfermera no se encontraba en el lugar, abundan-te sangre emanó del brazo y tuvo que gritar para que la asistieran, y no desangrarse.
Moreno fue trasladada de urgencia hacia el hospital provincial. Allí, un angiólogo, especialista en vasos sanguíneos, le informó que el hecho se produjo por negligencia de la enfermera. Por denunciar estos hechos, y por instar a las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud a intervenir en el asunto, la activista fue acosada el pasado día 23 de enero en el hospital. Ese día al llegar a dicha institución enfrentó un asombroso despliegue policial que incluyó una veintena de agentes, tres carros patrulleros y varios motociclos.
Esa es parte de la ´´asistencia´´ recibida por esta mujer, de 46 años, casada y con tres hijos, quien reside en la calle 12 No.1709, entre 17y19, Pedro Betancourt, Matanzas. Si eso no es tortura, entonces, ¿Qué es?
Matanzas, 9 de febrero de 2011.