La joven Yarisleymi Suarez Sido, con sólo 25 años de edad, ha padecido casi todos los sinsabores que en ocasiones trae consigo la vida. Ella es una madre de tres niños pequeños, que al levantarse cada mañana experimenta la incertidumbre de no saber a quién dará primero los buenos días, si a algún vecino solidario de los tantos que vienen a tenderle una mano, o a los inspectores de Vivienda y del Poder Popular que vienen a desalojarlos como tantas veces han intentado.
Ella con palabras desgarradoras y con una tristeza que emana de su alma, testifica: “Vivo en Avenida La Güinera, entre Lindero y San Agustín, Reparto Rosario, Arroyo Naranjo, Ciudad de La Habana, tengo 25 años y tres niños que son mi adoración”.
“Vivo en estas condiciones porque no tengo donde vivir, yo llegué a este lugar y solo había un piso de concreto de una vieja construcción que abandonó el Gobierno. Los vecinos me ayudaron a levantar este bohío de tablas viejas, uno me regalaba un pedazo de tabla, otro unas cuantas puntillas y poco a poco edifiqué esta choza. El vecino que tengo más cerca, me puso los cables del tendido eléctrico y me brinda de su agua para mí y para mis hijitos”.
“Yo solo he encontrado problemas con la gente del Gobierno que son los que quieren desalojarme, dicen que soy de Oriente y que es allá donde debo estar, si me buscan una casita en ese lugar, me voy. He ido a todos los lugares para que me ayuden a construir mejor este lugar, todo aquí se moja, no tengo baño y mis hijos y yo tenemos que ir al monte para hacer nuestras necesidades fisiológicas, nos bañamos a la intemperie, ¡esto no es vida¡”.
“A mi niña mayor un policía le mató al papá y por eso le pagan cincuenta pesos en moneda nacional -dos dólares al mes-, pero eso no alcanza para nada, mis otros dos niños son de 5 meses y 2 añitos. Los del Gobierno conocen mi situación, mis niños heredaron de mí el asma bronquial y en ocasiones se me ahogan por esta enfermedad, esto es algo que conocen los de Vivienda, el Poder Popular y no les importa, de todas maneras me quieren sacar de este lugar, si algún día logran su objetivo, me voy para la Plaza de la Revolución y allí armo tremendo escándalo”.
“Yo no quiero un palacio, solo necesito materiales para construir aquí mismo, esto es un lugar apartado pero es tranquilo y mis hijos necesitan aire puro. Si me dieran una casita en otro lugar no lo pienso dos veces, sé que no estoy en condiciones de escoger, como vivimos ahora, no deberían de vivir ni los animales; si hubiese otra forma de salir del problema no les pediría ayuda, pero este Gobierno lo controla todo, hasta lo que tienes que comer. Yo seguiré tratando de sobrevivir en estas condiciones, si mis hijos se enferman serán los culpables, ellos son los que dicen que en Cuba no hay desamparados ni desalojados, pero mi caso demuestra lo contrario”.
Ciudad de La Habana, 20 de agosto de 2010.
Sucesos narrados por el comunicador comunitario Eriberto Liranza Romero