Los cuentapropistas deberán poner las barbas en remojo
martes, febrero 16, 2016 | Martha Beatriz Roque CabelloLA HABANA, Cuba.- Unificar las unidades de medidas ha sido considerado como una meta importante en casi todos los países del mundo. En Cuba, al igual que la mayoría de los naciones europeas se adoptó el sistema métrico decimal, que tiene como base en unidad de longitud el metro, sus múltiplos y submúltiplos; el litro para la capacidad y la masa la define el kilogramo.
Cuando se va a una tienda de divisa a adquirir, por ejemplo tela, se la venden en metros; si se trata de combustible, el precio es por litro y los alimentos en kilogramos. Ahora bien, no ocurre lo mismo con los productos racionados por la mal llamada “libreta de abastecimiento”, donde se mantiene –de forma contradictoria– la libra y la onza como unidades de medida.
En medio de la difícil situación monetaria por la que atraviesa el país, de la cual el pueblo es copartícipe, se han hurgado todas las posibilidades para terminar con la oferta y la demanda en la venta de productos agrícolas y comenzar a topar los precios de algunos de ellos, según solicitó un Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) en su último período de sesiones.
Ya el país ha pasado por esta historia, que trajo una gran carencia de productos del agro y un fuerte mercado negro, que comenzaba desde los mismos lugares de producción; por lo que en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en uno de sus lineamientos se decidió que los precios de este mercado estarían regidos por la oferta y la demanda.
En medio de estas tribulaciones apareció alguien que se acordó del Decreto 25 que regula los instrumentos de medición y comenzaron a discutir en una Comisión de la antes mencionada sesión de la ANPP sobre la forma en que se despachan los productos por parte de los cuentapropistas y lo que significa en pérdidas para el pueblo.
Las amas de casa desde hace muchos años están acostumbradas a comprar en sobres de nylon, por ejemplo, los frijoles, que se adquieren bastante limpios de piedras y otras suciedades en pequeños envases de a una libra. Otros productos como el ají y el ajo se venden también en paqueticos preparados con antelación ,y los vasos de helado vacíos sirven como unidad de medida para ofertar limones, tomates de cocina, quimbombó y otros productos.
Pero en estos momentos eso es algo que viola las Resoluciones que se establecieron por los diferentes organismos estatales, para las unidades de medidas de los productos a partir del antes mencionado Decreto 25. No obstante, habría que volver a la libreta de racionamiento oficial, a partir de la cual el aceite se vende a granel y se vacía en cualquier tipo de envase que lleve a la bodega el consumidor. Lo que permite “reflexionar” con respecto al régimen: “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”.
También están cuestionando los instrumentos de medición de los agromercados, las básculas que todos conocemos como “pesas”. Se plantean que no están exactas y no se puede estipular bien la masa de los productos que en ella se mide. Habría que visitar las bodegas de todo el país e incluso verificar las instalaciones de venta en divisas para que se pueda percibir que lo de los trabajadores por cuenta propia es nada si se compara con la comercialización estatal. A estas alturas nos acordamos de Sancho Panza, el escudero de Don Quijote, que en uno de sus populares refranes le expresó a su señor: “Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá ojinegra”.
Nadie puede hacerse una idea de los años que tienen de servicio la mayoría de estos instrumentos de medición y las pocas veces que son reparados y regulados. Pero el Estado es menor de edad y siempre la culpa cae en cualquiera, menos en la oficialidad. Los diputados se dan el lujo de discutir, en el poco tiempo en que se reúnen, roblemas como este sin ninguna solución para el pueblo, porque –sin dudas– si existe alguna salida estaría en manos del Estado “benefactor” y de los organismos encargados al efecto, los que deben facilitar la adquisición de estos instrumentos de medición y además velar porque se usen de forma correcta.
Una vez presentado el problema de forma pública los cuentapropistas tienen que poner las barbas en remojo, porque al igual que están en guerra contra los precios, entrarán en la batalla los envases y las pesas, para decirlo de la forma en que lo haría un periodista oficial.
Sin embargo todo el mundo tiene la misma respuesta para esta pregunta: ¿Quién enseñó a poner precios altos a los productos? No hay dudas que el propio Estado, que vende en las tiendas de divisa mercancías –como promedio– entre 3 y 5 veces por encima de su costo y de otras hace imposible su adquisición, incluso para bolsillos que reciben remesas de sus familiares en el extranjero.
De todo lo anterior se desprende que en los próximos meses, tendremos mucha escasez de productos del agro y se vaciarán aún más los bolsillos de los cubanos de a pie, tratando de conseguir alimentos para satisfacer sus necesidades diarias.